Chepén salvaje

Tierra de singular paisaje aluvial 

Oculto entre la cadena occidental de los andes y la antigua cordillera submarina del norte liberteño, se encuentra un angosto valle fértil, adornado de campos de arroz y caña de azúcar, de intensos vientos, y de ocasos de postal.  Ese valle se llama Jequetepeque, y comprende las provincias de Chepén y Pacasmayo. Una tierra en el que los antiguos Cupisnique, Moche, Sican, Chimú hicieron su hogar.

Es aquí, donde Chepén apodado por Nicomedes Santa Cruz, «bisabuelo del Perú»; muestra detalles de un típico paisaje aluvial, de extensos roquedales humedecidos por un delgado flujo de agua; irregulares acantilados marinos; de dorsales andinos representados en Talambo y los Órganos y de templado clima; que imprime una variedad de instantáneas naturales escasamente apreciadas por los pobladores que lo habita, como por ejemplo sus atardeceres que se muestran detrás de la antigua cordillera submarina, muy cercana al Océano Pacífico.

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Un peculiar atardecer en el valle de Chepén / Foto: Johnny Alva

O el verdor infinito que cubre su desértica geografía en temporadas de El Niño; salvo aquella que la mano campesina genera con los bellos arrozales, maíz o caña de azúcar. Sino por que en estas tierra también se aprecian áridas pampas y montañas andinas que albergan aún prístinos parajes naturales en el que las aves, reptiles y zorros costeros gobiernan a sus anchas lejos de la humanidad.

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Atípico paisaje de montaña en la costa chepenana durante «El Niño» / Foto: Johnny Alva

En esa creación espontánea que la naturaleza suele estampar, la comunidad se ha expresado al creador, como un agradecimiento por la tierra que heredamos; a través de una obra de cemento que se alza sobre un angosto relieve rocoso en la cumbre del Cerro de Chepén, como se aprecia en la imagen. 

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Cristo blanco de Chepén, la tercera vía crucis más alta del mundo / Foto: Johnny Alva

Un Cristo imponente en una escarpada ladera, que yace en pleno corazón del valle, que contempla y protege a Chepén y su valle, espacios aun de una singular naturaleza que perdura con el tiempo. Conócelo.

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Una delicada flor de intenso colorido desafía la austeridad del desierto de Chepén / Foto: Johnny Alva

Entre el mar y el desierto

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Vista del litoral chepenano / Foto: Johnny Alva

El mar de Chepén normalmente es frío (16 °C), porque las aguas de la Corriente Peruana (o de Humboldt) son de naturaleza subantártica; su frialdad también es influenciada por el afloramiento de aguas subsuperficiales, causado por los vientos que soplan hacia la costa. Esta agua, fría, contiene una mayor concentración de oxígeno y nutrientes minerales como los nitratos, silicatos y fosfatos. Además esta condición térmica favorece la existencia  de una alta capacidad fotosintética del  fitoplancton, productor de materia orgánica y, en concecuencia, alta disponibilidad de alimento para una biomasa significativa, como la anchoveta, calamar gigante, bagre, «palabritas», macroalgas o «yuyo», choritos, etc.

«El mar, o NI en muchik, en el pasado fue motivo de parcelación, distribución y heredad, hasta fines del siglo pasado. De allí que, su riqueza explica la temprana sedentarización de sociedades pre agrícolas en las pampas de Charcape y, además, riqueza y poder de comerciantes en tiempos tardíos, a los que, tanto los conquistadores incas como hispanos, respetaron y concedieron cierta independencia del poder agrícola» (Campana Cristobal, La cultura mochica, pp. 9).

En este espacio marino se aprecia diversos paisajes y especies muy característicos como los erizos de mar, estrellas de mar, variedad de aves nativas como la Gaviota peruana y, emigrantes como el Gaviotín elegante, etc.

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Un grupo de aves marinas en nuestro litoral del Pacífico / Foto: Johnny Alva

No obstante, esta costa nuestra se caracteriza por su relieve desértico y pampas areno-pedregosas, donde las bajas temperaturas y las garúas de invierno suelen acompañarse de una cubierta vegetal de epífitos de neblina, sapotes y arbustos esporádicos. Esto nos rebela que Tierra y Mar han sido desde siempre, no solo una unidad ambiental, sino fuente de bienestar para los habitantes originarios que hicieron de este paisaje su estilo de vida; reflejado en sus iconografía, arquitectura doméstica, botes de red, actividades diversas y ceremonias ancestrales.

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Pesca de red a primeras horas de la mañana / Foto: Johnny Alva

Cerros costaneros

Los cerros de la costa desértica, particularmente el de Chepén son áridas y de poca vegetación, expuestos a la influencia de las corrientes oceánicas de naturaleza fría que impiden que tengan lugar en él, las precipitaciones.

La falta de lluvia se debe a que los vientos alisos húmedos, al pasar sobre las aguas frías de la Corriente Peruana, se enfrían y producen un colchón de neblina hasta los 800 a 1000 msnm.

Ambos elementos naturales, el desierto de la costa y la cadena montañosa, forman un angosto corredor que es atravesado de Este a Oeste por dos cuencas hidrográficas pobres en aguas, cuyas nacientes están situadas en los Andes occidentales del departamento de Cajamarca. Se trata de los Ríos Chamán o San Gregorio y el Jequetepeque. El primero, conduce agua solo cuando caen lluvias excepcionales tras el fenómeno El Niño; y el segundo, presenta un cause regular sobre la cual yace construida una represa denominado Gallito Ciego, el mismo que provee agua a las pampas para el cultivo de arroz, caña de azúcar, arándanos, uva, cebolla verde, camote, maíz, etc.

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Vista de los médanos de arena cubiertos de esporádica vegetación / Foto: Johnny Alva

Los suelos de este paisaje son grises y pobres en humus, son bastantes uniformes. La matriz de suelos considera la preponderancia de depósitos eólicos: arenas con una reducida mezcla de limo, material disgregado y/o aluviones descendidos de los espolones cordilleranos. La humedad en el lugar, resulta suficiente para alimentar a la escasa vegetación rastrera, arbustiva que crece en el desierto, adaptada a los médanos de arena.

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Escarpada ladera de los andes costeros / Foto: Johnny Alva

Vistos desde la distancia, estos colosos geológicos del cretáceo inferior y de laderas escarpadas, se alzan como murallas naturales que configuran el clima en la zona, dándole en verano temperaturas cálidas y en invierno relativa humedad al atrapar la neblina que ingresa del mar a la costa.

Entre los pináculos más representativos de los Andes Chepenanos están Cerro Órganos (1250 msmn), Cerro Talambo (1200 msnm), Cerro Horcón (1000 msnm) y Cerro Chepén (350 msnm); algunos de ellos con edificaciones pre incas. Estas montañas constituyen una sola cordillera, pero de hecho cuando los pliegues montañosos se ramifican de sur a norte sobresalen en el paisaje. Aunque se elevan tanto, en relación a sus más próximos vecinos de piedra, los Andes comenzó su existencia en el fondo del mar hace millones de años, cuando las placas tectónicas en constante movimiento, la del Continente y la de Nazca, fueron soportando severos rozamientos produciendo que el suelo del Océano Pacífico tensara las capas rocosas del Continente hacia arriba convirtiéndose en la cadena de montaña con mayor longitud sobre la Tierra. Y al pie de una de esas ramificaciones pétreas se erige el pueblo de San Sebastián de Chepén.

2 responses

15 08 2022
GLEA

Hola Luis Terán, me complace que nuestra información contribuya a la edición de su trabajo. Gracias por la deferencia.

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11 07 2022
Luis Fernando Terán Bazán

Estoy escribiendo un folleto de distribución gratuita sobre Talambo historia y tradiciones, Puedo tomar datos de esta web con autorización de ustedes, Claro que hare la referencia respectiva.

Luis Teran Bazan cel 979132707

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